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domingo, 27 de noviembre de 2016

Investigación | Los electores se vacilaron a las encuestadoras y a los medios

Encuestas y medios erraron no una, sino tres veces. Lo más fresco, las elecciones de Estados Unidos, pero antes ya se habían equivocado este año con el referéndum en el Reino Unido sobre su permanencia en la Unión Europea y en la consulta popular relacionada con el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc.

En el caso de EEUU, solo dos sondeos de opinión daban como ganador a Donald Trump el 8 de noviembre, día de la elección, y el 7, medios como Bloomberg, CBS News, Fox News, NBC y Reuters otorgaban por lo menos cuatro puntos de ventaja a Clinton, pero esta perdió al sacar 228 votos en colegios electorales y Trump 290.

El asombro fue tal que la Asociación Estadounidense de Investigación de Opinión Pública (Aapor, por sus siglas en inglés) anunció en su portal de Internet que examinará los resultados de las encuestas, ya que “sobreestimaron el nivel de apoyo a Clinton”.

Ofrecerán los resultados en mayo de 2017. Integrarán además el equipo representantes del Washington Post, de las universidades de Nebraska, Montreal, Texas, Vanderbilt y Wisconsin, además de la firma Gallup.

El público estadounidense hizo caso omiso a la campaña de periódicos como el Washington Post, el Wall Street Journal y The New York Times, que según el escritor y analista Ignacio Ramonet en su artículo “Las 7 propuestas de Donald Trump que los medios censuraron y que explican su victoria”, “no le perdonaban” al candidato republicano que atacara de frente “al poder mediático” y la cobertura deshonesta de su campaña para favorecer a la candidata de las corporaciones y el establishment.
Un mes antes, el mundo había quedado estupefacto ante un caso similar. Parecía un despropósito pensar que en Colombia, después de 54 años de guerra, pudiera ganar el no al acuerdo de paz suscrito entre el gobierno deJuan Manuel Santos y las Farc.

Las encuestas revelaban una amplia ventaja del sí. Agencias y medios internacionales difundían tal ventaja, al punto de que el Gobierno consideró un error el exceso de confianza en su triunfo. Y en efecto, fue un error. Ganó el no con 50,2% de los sufragios contra 49,7% por el sí.

Por ejemplo, la consultora Datexco, en un estudio encargado por el diario El Tiempo, afirmó que 55% votaría a favor de refrendar el acuerdo, mientras que 36,6% se inclinaba en contra. Cifras y Conceptos tenía un margen similar, 54% para el sí, mientras que Ipsos-Napoleón Franco mostró una distancia de más de 30 puntos, 66% a 34%.

En junio, el resultado de la consulta popular para decidir el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea (conocido como Brexit) también fue sorpresivo. 17 millones de británicos respaldaron separarse del bloque europeo (51,9%) contra 48,1%, que apoyó permanecer, una opción avalada por el entonces primer ministro David Cameron (quien renunció a raíz del resultado) y por el Partido Conservador, uno de los mayoritarios de ese país.

Tal terremoto político fue impronosticable. Solo 16 de las 168 encuestas predijeron el resultado definitivo.

Las encuestas

Los tres desaciertos ocurridos este año ponen en duda la capacidad de los sondeos para conocer la verdadera opinión de los públicos.

“Estamos indefensos porque uno de los principales instrumentos que se han desarrollado para comprender las colectividades -los estudios de opinión pública y, entre ellos, las encuestas- han probado su inutilidad en estas situaciones”, escribió el periodista mexicano Pascal Beltrán del Río, de América Economía, al mencionar los tres casos analizados.

Beltrán del Río sostiene que hay fenómenos imperceptibles, difíciles de medir por las encuestas, que “tienen la capacidad de meterse bajo la piel del cuerpo social”.

A ese respecto, los encuestadores Luis Vicente León, de Datanálisis, y Oscar Schemel, de Hinterlaces,aseguran que en los tres ejemplos se produjo un voto oculto, producto de la satanización de las opciones que finalmente se impusieron.

“Lo más probable, y lo dicen las investigaciones, es la pena que le da a la población responder en contra de ideas como votar por la guerra o apoyar la desintegración. Haber criminalizado la respuesta hacía que la gente prefiriera no manifestarla y eso puede haber alterado el resultado de las encuestas”, comentó Luis Vicente León al referirse a los plebiscitos de Gran Bretaña y Colombia.

La tesis de la espiral del silencio (o voto secreto) establece que el miedo al aislamiento es la fuerza que pone en marcha la decisión de ocultar la preferencia sobre algún tema.

“Correr en pelotón constituye un estado de relativa felicidad; pero si no es posible, porque no se quiere compartir públicamente una convicción aceptada aparentemente de modo universal, al menos se puede permanecer en silencio como segunda mejor opción, para seguir siendo tolerado por los demás”, sentencia esa teoría, propuesta por la investigadora alemana Elisabeth Noelle-Neumann en 1977.

Para Schemel, las encuestas siguen siendo la herramienta científica más acertada para conocer la opinión pública y el comportamiento social.

Sin embargo, reconoce que tienen una limitación porque busca respuestas racionales y olvida las bases emocionales del elector: “Uno de los retos es cómo identificar variables subjetivas que tienen un peso decisivo sobre las decisiones”.

Maryclen Stelling, coordinadora del Observatorio de Medios en Venezuela, considera que las encuestas presentan sesgos por los porcentajes de representatividad de algunos sectores que pueden estar sobre o subrepresentados al diseñar la muestra y también al elaborar las preguntas del cuestionario.

“Esto no es para engañar al candidato o patrocinador del estudio, sino para influir en el pueblo porque la gente se anota a ganador”, añade.

No obstante, los dos encuestadores entrevistados afirman que no toda la responsabilidad puede atribuirse a las encuestas. Para León, en el caso de la elección estadounidense, la proyección y la interpretación de los datos fue exagerada por la gran prensa.

“Los medios ubicaron a Hillary Clinton como una candidata favorita cuando no lo era”, declara. Agrega que los resultados evidenciaban al final de la campaña un empate técnico donde la diferencia de dos o tres puntos fue irrelevante estadísticamente hablando.

Schemel afirma que la campaña contra Trump fue tan despiadada que lo convirtió en un candidato por quien un sector importante de sus electores ocultó su apoyo.
Por otro lado, estima que lo más interesante del proceso electoral estadounidense no fue el tratamiento y la explotación única de la variable “intención de voto”, sino que los medios cometieron nuevamente el error de las élites: desconocer y darles la espalda a los cambios de la sociedad norteamericana.

Los medios

Otro elemento importante fue la estrepitosa derrota tres veces repetida de los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión) frente a las nuevas tecnologías de la información.

Para Antonio Pasquali, investigador y comunicólogo, los medios de comunicación han perdido lamentablemente el poder de influencia para generar opinión pública. Dejan en el terreno parte de su añejo liderazgo de opinión, mientras queda demostrado que pueden montarse gigantescas operaciones de persuasión o electorales que cambiarán la faz del mundo sin que los grandes medios se percaten de ello.

Stelling resaltó el comportamiento de lo que denominó la “ciberciudadanía”, es decir, el usuario de redes sociales que puede construir relatos sin la intermediación de periodistas y medios.

A su juicio, el uso de Twitter y Facebook, principalmente durante los comicios en EEUU y en los casos de Colombia y el Reino Unido, fue primordial, sobre todo por su capacidad “transmediática”; en otras palabras, la circulación de múltiples contenidos sin la “intervención” de periodistas o medios en sus discursos.

Sobre ese punto, Miriam Elizalde, editora del sitio Cubadebate, explicó en su artículo “¿Por qué fallaron las encuestas en las elecciones de EEUU?” que, mientras Hillary logró casi la unanimidad del periodismo en su país -y también en el exterior-, Trump la superó en las redes sociales en cantidad de seguidores y en interacciones.

“El 4 de noviembre, la página de Facebook de Trump acumulaba 11,9 millones de ‘Me gusta’ y su cuenta de Twitter contaba con 12,9 millones de seguidores; Clinton tenía 7,8 millones y 10,1 millones. A partir de ese día, Clinton tenía 53% menos de ‘Me gusta’ en Facebook y 27% menos de seguidores en Twitter”, se lee en el texto.

Además, señala que el sistema de inteligencia artificial MoglA eligió al candidato republicano por delante de su rival demócrata. La máquina explora y analiza la información en sitios como Google, Facebook, Twitter y YouTube para hacer sus predicciones.

En ese sentido, Stelling aseveró que los medios tradicionales van a la zaga de las redes sociales y hoy día ostentan el poder que tenían los medios en las décadas de 1960 y 1970.

Irracionalidad

Para Ramonet, lo ocurrido en las elecciones de EEUU, así como en Gran Bretaña con el Brexit y en Colombia con el acuerdo de paz, es expresión de la entrada “en una era nueva cuyo rasgo determinante es lo ‘desconocido’”. Según su análisis, el mundo aún no sale de la crisis financiera de 2008, lo cual produce una especie de desencanto global que ha puesto en crisis a las democracias y a los partidos y provoca rechazos al establishment.

“Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos, el Brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis”.

“Nadie como Trump supo entender el hartazgo con el establishment, con el que se identificaba a Clinton”,afirmó Marc Basets para El País de España. Es decir, existe un sentimiento antisistemas que ni encuestas ni medios son capaces de dilucidar y dimensionar adecuadamente, mientras que las redes sociales, menos mediatizadas, se convierten en el soporte predilecto de los ciudadanos y la caja de resonancia de sus opiniones.

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